lunes, 30 de diciembre de 2013

Un tranvía llamado deseo


Camino por una ciudad desierta, el olor del asfalto mojado y el ruido del viento entre las hojas hace entrever que pronto la ciudad comenzará a despertar, con ella y entre bostezos ya lo hacen los panaderos, los repartidores de periódicos y los barrenderos. Me gusta caminar por el centro antes del amanecer, porque siento que la ciudad me pertenece, como si fuera mi propia casa, en un decorado gigante en el que yo soy el protagonista de la historia. Algunos otros protagonistas también disfrutan de su paseo matutino y nos saludamos al paso, cómplices del secreto que solo los madrugadores compartimos. Para cuando la ciudad abre sus brazos a los automóviles, a los niños y sus padres corriendo hacia los colegios y a las tiendas levantando sus rejas y poniendo el cartel de abierto, yo ya estoy cercano a las puertas de mi casa. De vuelta al hogar, de vuelta al camerino, donde estudio los guiones, y maquillo mi alma antes de ponerme el disfraz de triunfador,  listo para subirme en menos de un cuarto de hora, a cuatro manzanas de mi casa, a un tranvía llamado deseo. Donde ya no soy protagonista, sólo un “extra” en este gran teatro, como los otros, aunque sepa que hace tan sólo unas horas era la estrella de la película.  

2 comentarios:

  1. Una delicia de lectura. Muchísimas gracias. Un abrazo enorme

    ResponderEliminar
  2. Gracias por el cumplido, me alegra saber que te gusta lo que escribo. Un abrazo!

    ResponderEliminar