sábado, 11 de enero de 2014

EL POSEÍDO

Mi cuerpo desnudo frente al tuyo,
la mirada perdida en tu desnudez
como tocándote con los ojos.
Mis manos encadenadas,
paralizadas,
tortuosamente presas de la inmovilidad de mi mente,
que suspira confusa, amarga
por la coraza invisible que te envuelve,
que imposibilita dar rienda suelta al deseo.
Un deseo que no es recíproco
sólo va en una dirección,
y se pierde en el vacío
como antes la mirada.
Indomable carnicera,
cortante filo en la palabra
que me sume en un silencio
 congelado,
llanto solitario en la espesura
de la cama  que me ata.
Entonces vuelves caprichosa,
como nace el viento en la montañas
y me tomas y me besas
y me vas desanudando
y mis manos ya están libres
y mi mente al fin reposa
y las lagrimas se secan
y yo vuelvo a sonreír.
Cuando intento darme cuenta
de lo que acaba de ocurrir,
yo ya tengo las esposas
y tu ya te has vuelto a ir.
 



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