Hace ya algún tiempo que nos conocimos, varios años, y desde
el primer día me empezaste a enseñar un montón de cosas, quien me lo iba a
decir, tú, una chica que no se comunica verbalmente, que tiene discapacidad
intelectual y física y, que sin embargo me da lecciones cada vez que voy a
verte. Lecciones como la admiración que siento por ti al verte feliz con sólo
mirarme, con solo compartir un batido de chocolate en alguna terraza de vez en
cuando. Hay ocasiones en las que me olvido de ti unas semanas, pero cuando me
acuerdo y voy a verte, tú no estás
enfadada, sigues sonriendo y riendo como siempre, y entonces me avergüenzo de mí
mismo, porque yo, o nosotros, las personas con un coeficiente intelectual medio
alto, nos quejamos por todo, caemos en el cotilleo y en la mezquindad, en el juicio y la crítica fácil, y me doy
cuenta que los estúpidos o los mongólicos como mucha gente se atreve a
llamarlos a ustedes en realidad somos nosotros, ustedes, son los que vienen a enseñarnos el
respeto por las personas, la belleza de lo simple, porque sin duda son seres
puros y con puro no me refiero a la sexualidad, sino a la pureza emocional. Te
prefiero a ti mil veces como amiga Fátima, con lo simple de nuestra relación
que a personas inteligentes que con sus actos destruyen y dañan sólo por querer
ser los mejores, los más listos, los más afamados, los más admirados, los más
ricos.
GRACIAS POR EXISTIR FÁTIMA Y POR TENER EL PRIVILEGIO DE
HABERTE CONOCIDO.