viernes, 28 de marzo de 2014

SIGAN BAILANDO



Sigan bailando para soñar con los ojos abiertos
Sigan bailando para que el mundo no se pare
Sigan bailando al ritmo de su música
Sigan bailando como estrellas del cielo
Sigan bailando como estrellas de la canción
Sigan bailando como tapas de calderos al fuego
Sigan bailando como peces en el océano
Sigan bailando como niños con TDAH
Sigan bailando como  letras de  grandes escritores
Sigan bailando como coches por la autopista
Sigan bailando al compás de los fuegos artificiales
Sigan bailando como la marea en la playa
Sigan bailando como periódicos al viento
Sigan bailando como el chico en bici que los reparte
Sigan bailando como tormentas de arena
Sigan bailando como torbellinos y tsunamis
Sigan bailando como el surfista sobre las olas
Sigan bailando como patinadores por las avenidas
Sigan bailando con las campanadas aunque el reloj ya no marque las doce
Sigan bailando fuera y dentro de casa
Sigan bailando con el cuerpo y la mente
Sigan bailando para que sus vidas no se detengan
Sigan bailando
Sigan bailando como cometas al viento
Sigan bailando aunque sólo haya silencio 
Sigan bailando cuando protesten y no reciban respuesta
Sigan bailando aún cuando estén agotados
Sigan bailando porque sólo así el mundo seguirá girando.

viernes, 28 de febrero de 2014

AMANECER






Hace tiempo que no veo atardecer, sin embargo vivo en un ocaso continuo. Mi cuerpo ya no amanece, la ilusión ya no me despierta cada mañana. En su lugar, el vacío de la rutina hace que me esconda de la juiciosa mirada de mis años de juventud, que desde el pasado me reclama. Escondido, con el cuerpo inmóvil y frío, los ojos infinitamente perdidos en la película que se proyecta por la ventana de mi cuarto, por donde entran los fantasmas del miedo y el deseo, en forma de sueños. Me deshago por un momento de la venda que durante el día tapará mis ojos, para no huir, para no salir corriendo  y entregarme definitivamente a lo que realmente soy, para no volver al origen de lo que me creó, porque sé que la misión no está cumplida y mientras sea así seguiré ciego, para no darme cuenta del fracaso, para seguir anhelando que mi alma un día verá el atardecer, y tendré la certeza que será el último, porque habré cumplido mi misión, y por fin mi cuerpo, ya viejo y cansado, volverá a amanecer.   

sábado, 1 de febrero de 2014

EL INTERCAMBIO

Narciso Buenafuente llevaba toda su vida de un centro psiquiátrico a otro por toda la geografía ibérica. Era un tipo bajito, de entradas prominentes, gafas  que cubrían unos ojos huidizos de un verde intenso, y algo barrigón. Tenía nueve años cuando lo llevaron por primera vez a un centro psiquiátrico infantil. Por lo visto, desde que su madre había muerto, su padre le propinaba grandes palizas. Aprendió a sobrevivir robando, estafando y alguna que otra vez trabajando. Pero Narciso era un chico de buen corazón, se apiadaba de todo aquel que como él había sufrido el lastre de tener un trastorno mental. Creció entre prostitutas, camellos y toda clase de buscavidas y  aprendió todo lo que la escuela no le había podido enseñar. A trompicones se fue haciendo un hombre.
Sus brotes psicóticos le daban con una periodicidad de uno cada tres años, siempre en la misma época, después de navidades. Narciso pensaba que nada podía hacer para evitarlos, así que tomó la decisión de no medicarse durante los periodos en que estaba sano.
            Hacía dos años y medio de su última crisis y  empezaba a tener delirios en los que él era un enviado divino que debía salvar la humanidad, que tenia los días contados si él no mediaba en el asunto. Al parecer  los extraterrestres habían dado un ultimátum a la Tierra, Tierra que se asfixiaba  por  la contaminación y que estaba predestinada a desaparecer.
            Las naves extraterrestres ya habían llegado, y disparaban contra la gente. Narciso, por medio de un mensaje telepático a la humanidad, pensaba…Quién quiera salvarse que me siga… y echó a andar. Recorrió muchos kilómetros, estaba decidido a llevarse a la gente que iba caminando detrás  suyo, (aunque  nunca miro atrás) a otro planeta. Llegó a la plaza del Pilar y allí por fin ocurriría el milagro, alcanzaría la iluminación y  abandonaría la Tierra para irse a otra galaxia. Pero no la abandonaría de cualquier manera, la abandonaría riendo. Empezó con una risita entre dientes y con el paso de los minutos estalló en una risa imparable…ya no veía, ni oía, ni era capaz de sentir su cuerpo. Sólo su risa de ultratumba le hizo parar, ya no controlaba la situación, así que decidió regresar. Cuando tomó conciencia de sí mismo y abrió los ojos, varios policías, un hombre con bata blanca y varios técnicos de ambulancia intentaban levantarlo para meterlo en la ambulancia.
            Paralelamente, mientras esto sucedía, Godofredo Malasaña se incorporaba a su puesto de trabajo. Godofredo era un tipo bajito, de entradas prominentes, gafas que cubrían unos ojos huidizos de un verde intenso, y algo barrigón. Podría decirse que era hermano gemelo de Narciso pero estaba algo más avejentado que él, las canas cubrían parte de su cabeza y numerosos pelos le salían por las orejas, era lo único que les diferenciaba. Godofredo era psiquiatra y, como Narciso, había pasado por infinidad de centros psiquiátricos, pero casualmente nunca habían coincidido. Al contrario del corazón bondadoso que tenia Narciso, Godofredo era un tipo sádico que disfrutaba con el dolor ajeno, decía toda clase de improperios a sus pacientes, los mandaba a atar sin motivo durante semanas y los tupía a medicación hasta dejarlos como zombis. Se jactaba de que las personas con trastorno mental eran deshechos sociales que había que exterminar, y gracias a esto se había ganado las antipatías de algunos colegas y las simpatías de otros tantos.
            Hoy era su primer día en aquel centro, su jefe se había despedido de él hacia unos minutos dejándole a cargo de todo, las próximas semanas, ya que éste se iba de vacaciones a un paraíso remoto  de África central. Se acomodó en su sillón de cuero, en su despacho, mientras miraba en su ordenador imágenes pornográficas. De repente sonó la puerta, eran dos técnicos que traían a un paciente para su valoración, aún no se le había administrado medicación alguna.
            Narciso entró y tomó asiento. Otra vez de vuelta a la prisión, pensaba, mientras escrutaba con la mirada a Godofredo sorprendiéndose de su enorme parecido con él. Nada mas desaparecer los técnicos, la mirada de Godofredo cambió radicalmente, una sonrisa retorcida se dibujó en su cara, buscó la historia de Narciso y comenzó a leer en silencio. Después se levantó despacio y abrió una de las gavetas del carro de enfermería, cogió un sedante y la aguja más gorda que encontró, y ordenó a Narciso que se bajara los pantalones. Narciso se puso en pie y se comenzó a desabrochar el cinturón y cuando Godofredo se puso detrás de éste y se agachó un poco, se giró repentinamente, le quitó la inyección y se la clavó directamente en la yugular. Godofredo y Narciso forcejearon hasta que  después de unos minutos el psiquiatra se derrumbó y el sueño se apoderó de él, momento que Narciso aprovechó para desvestirle y cambiarle su ropa por la suya. Acto seguido se sentó en el sillón de cuero y llamó a los enfermeros para que vinieran a buscar al nuevo paciente que había llegado, que ya había reconocido y  que por lo visto estaba en muy malas condiciones, y les ordenó que lo trasladaran al centro de enfermos psiquiátricos crónicos en el otro extremo de la ciudad.
            Narciso Buenafuente suplantó  la identidad de Godofredo y durante los años siguientes ejerció la psiquiatría con éxito, jamás le volvió a dar otro brote psicótico.
            Godofredo Malasaña estuvo durante muchos años recluido en régimen de aislamiento en un hospital psiquiátrico, por un cuadro de sociopatía grave, asegurando que él era psiquiatra, que había sido víctima de un paciente y que iban a pagarlo muy caro todos…

  

lunes, 27 de enero de 2014

RELATO DE UN NÁUFRAGO

…atravieso el ancho mar con tan solo mirarte, transportado en volandas desde tu sonrisa de barca. Preso de ella me escondo como polizón en tu seno. Tu sonrisa no me pertenece, pero me mira y no puedo dejar de ansiar que diga mi nombre, navegar por tu lengua guiándome por el cielo de tu boca. El mar es muy vasto y no quiero perderme, ya que me costaría mucho encontrarte de nuevo, me volvería ermitaño, relacionándome sólo conmigo, por miedo, por pensar que si encontrase otra barca, otra sonrisa que me sacara de mi confortable isla, pero que me llevase a otro destino, quizá una gran ciudad, no podría ver las mismas estrellas y perdería el rumbo. Terminaría en alguna cueva, en alguna cavidad oscura, como la del corazón que te anhela, contando los días en sus paredes para volver a encontrarte…

Maldigo aquel último día, en el que me sentí tan seguro de que aquella sonrisa llevaba pintada mi nombre, que desde la distancia pude ver como encallaba solitaria y náufraga de mis besos. Se cumplió la profecía. La de aquel marino que llamó a su barca con el nombre de su amada.

jueves, 23 de enero de 2014

FELICIDAD

El cielo queda muy lejos de mi casa, y mi mente ya no vuela tan alto como para alcanzarlo. Me limito a garabatearlo en la imaginación sirviéndome de los pintores clásicos. Los azules me tranquilizan y los ocres del atardecer calientan mi corazón. Un corazón agitado como en la guerra, deseoso de ganar la batalla, taquicárdico y arrítmico como el sonido de las metralletas y las bombas en la distancia, asustado como un niño que ha perdido a su madre, con el único objetivo de encontrarla y al fin reposar en su regazo.
Desnudándome antes de entregarme al sueño, mientras la cabeza va dando vueltas a esta última semana de mi vida. El nunca debí haberlo hecho es una constante que se repite en la ecuación, me martiriza, pero por momentos parece despejarse la incógnita y el resultado cambia arrojando una abrumadora positividad…entonces ya no hay duda posible, y me convenzo que el destino de mi vida es el correcto, que la felicidad se ha hecho presente y que ya nunca más va abandonarme. Pienso conservarla como el más precioso regalo. Pero frágil como el cristal de bohemia, se me escapa de entre mis torpes manos, y cuando mi mente se percata, ya se ha hecho añicos contra el muro de mi insatisfacción. Intento unir los pedacitos, reconstruir aquel pasado frágil, hasta que me doy cuenta que las piezas ya no encajan, que la felicidad no es un puzzle, no es una ecuación matemática, no hay fórmula que despeje su incógnita, y cuanto más me esmero en pegar y juntar las piezas, mayores son los cortes que me producen, la “x” se   ha transformado en sufrimiento.

Me despierto por la mañana, el sueño no ha arreglado aquel precioso regalo, pero ahora vuelve a estar candente, y manos a la obra, me pongo a darle forma deseoso de que esta vez sí, pueda construir la obra de mi vida, en forma de permanente felicidad.

domingo, 12 de enero de 2014

EGO

Huye lentamente como el ocaso, engañándome con los últimos rayos del sol. Ansioso con que la luz no deje de iluminar, me recreo en el último instante que nos separamos y que la luna hizo presencia en nuestra relación. El mundo de los sueños y las sombras me da miedo, hay que moverse con sigilo y siempre fui torpe en el amor. Las conversaciones se enredan como tela tejida por hilanderas de verruga en la nariz, que mueven los hilos a la par que preparan calderos de  sopa de ancas de rana, y polvo de cuerno de rinoceronte. Las escobas barren las noches de lujuria, dejando limpia mi alma, quitando las espinas de una corona que no me pertenece, convirtiéndome en algo nuevo, en alguien cuyas oscuridades se han destapado, que empieza a brillar desde el interior, que ya no necesita el reflejo proyectado de lo que ansiaba ser. Se cayó la máscara, se acabaron los carnavales del subconsciente. El ocaso de mi  disfraz ha dejado paso a la certidumbre luminosa de mi desnudez. Se terminó el juego.

sábado, 11 de enero de 2014

EL POSEÍDO

Mi cuerpo desnudo frente al tuyo,
la mirada perdida en tu desnudez
como tocándote con los ojos.
Mis manos encadenadas,
paralizadas,
tortuosamente presas de la inmovilidad de mi mente,
que suspira confusa, amarga
por la coraza invisible que te envuelve,
que imposibilita dar rienda suelta al deseo.
Un deseo que no es recíproco
sólo va en una dirección,
y se pierde en el vacío
como antes la mirada.
Indomable carnicera,
cortante filo en la palabra
que me sume en un silencio
 congelado,
llanto solitario en la espesura
de la cama  que me ata.
Entonces vuelves caprichosa,
como nace el viento en la montañas
y me tomas y me besas
y me vas desanudando
y mis manos ya están libres
y mi mente al fin reposa
y las lagrimas se secan
y yo vuelvo a sonreír.
Cuando intento darme cuenta
de lo que acaba de ocurrir,
yo ya tengo las esposas
y tu ya te has vuelto a ir.