martes, 17 de diciembre de 2013

DESPEDIDA


No recuerdo la última vez que te vi. El peso de los años no sólo ha blanqueado los pelos de mi barba y de mis patillas, también ha borrado de mi mente los malos momentos, haciendo criba y quedándose con lo positivo. Pero hoy después de casi 20 años y con muchos cafés helados  a mis espaldas, puedo decir que estas exactamente igual que el primer día que te conocí, ese día jamás lo olvidaré. Yo pantalón a rayas y mirada redonda y perdida, simple y complicado como los versos famosos de Bécquer. Cuerpo estirado y estático mientras sonaba aquella música comercial, oteando el horizonte, un mar de cabezas que se agitaban hasta la cabina del dj, agitadas como los pensamientos que me rondaban por aquellos tiempos, cuando el amor era la única fuerza centrífuga capaz de devolverme la ilusión de vivir. Tú camiseta de flores y mirada de primavera, fresca como un baño en el río, blanca como los primeros copos del invierno, cabello color de otoño en el Retiro. Tenías fuego en la mirada, una llama mezcla de resentimiento, ardor de juventud, desbordada impaciencia por alcanzar el éxito…

Te tomo de la mano, y su tacto me transporta a aquellos maravillosos años, cuando comernos el mundo no nos llegaba a una muela, cuando el universo se nos quedaba pequeño y soñábamos con ir más allá de él, sin salir de las cuatro paredes de nuestro cuarto. Tú la apartas ligeramente y bajas la mirada. Entonces comprendo que es imposible recuperar 20 años, que este encuentro casual ni siquiera agita los corazones por lo inesperado, que el amor que sentimos en ese tiempo ya ni siquiera era cariño sino anécdota. Aquella estrella hace siglos que se extinguió, aunque mi ilusa mente aún la siga viendo brillar, y era tan grande que todavía a veces me sorprendo a mi mismo girando en torno a ella. 

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