sábado, 6 de agosto de 2011

A KARINA

De pronto apareciste en mi vida hace ya 7 u 8 años. En mis comienzos contigo era un chico callado e introvertido, pero no calle en mi primera entrevista contigo lo guapa que eres. Durante todo este tiempo he tenido mis altos y mis bajos y tú siempre has estado ahí acompañándome sin juzgarme. Hemos hablado de mil y un temas y todavía no me canso de verte y de comunicarte lo que hago, lo que pienso, y lo que siento (esto último me cuesta un poquito más). Me has dado herramientas para superar mis crisis, siempre dejando que fuera yo el que solucionara mis conflictos. Has sido siempre imparcial, pero me has demostrado un cariño excepcional, una relación de amistad en el contexto sanitario. Me has acompañado en el viaje de mi adolescencia hasta mi madurez, que aun no sé si ha llegado, aliviándome del peso de la carga de emociones como la tristeza, la euforia, la duda, la incertidumbre y tantas otras ayudándome a identificarlas. Has sido y eres mi guía, tus oídos siempre han estado abiertos a lo que yo tenía que contarte. Cuando más solo he estado, tú has seguido ahí para aliviar mi soledad. Cada vez que se produce el encuentro, veo en ti más que una profesional, porque te has implicado dentro los límites, en mi lucha y sin ti no sería quien soy ahora. Aun me queda mucho trabajo por hacer y espero poder seguir contando contigo como aliada. Gracias por apoyarme en mis decisiones, por la confianza que has depositado en mí y por todas las risas y las lágrimas que he derramado delante de ti. Sin ellas no habría comprendido lo que me sucedía.


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