viernes, 28 de febrero de 2014

AMANECER






Hace tiempo que no veo atardecer, sin embargo vivo en un ocaso continuo. Mi cuerpo ya no amanece, la ilusión ya no me despierta cada mañana. En su lugar, el vacío de la rutina hace que me esconda de la juiciosa mirada de mis años de juventud, que desde el pasado me reclama. Escondido, con el cuerpo inmóvil y frío, los ojos infinitamente perdidos en la película que se proyecta por la ventana de mi cuarto, por donde entran los fantasmas del miedo y el deseo, en forma de sueños. Me deshago por un momento de la venda que durante el día tapará mis ojos, para no huir, para no salir corriendo  y entregarme definitivamente a lo que realmente soy, para no volver al origen de lo que me creó, porque sé que la misión no está cumplida y mientras sea así seguiré ciego, para no darme cuenta del fracaso, para seguir anhelando que mi alma un día verá el atardecer, y tendré la certeza que será el último, porque habré cumplido mi misión, y por fin mi cuerpo, ya viejo y cansado, volverá a amanecer.   

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