Cierro mis párpados y el sabor del vino avinagrado recorre
mi boca mezclándose con el humo del cigarro que sostengo entre mis dedos. El
sol se ha puesto y en su lugar el vasto universo, sólo perceptible en la noche,
deja que pierda mi mirada en su oscuridad. La cinta adhesiva sobre mi mesa me
recuerda que hace poco fue tu cumpleaños y un plato con fruta, lo que odias
los cuadros de bodegones. El elefante en la mesilla me acerca a África aun más,
y la pantalla negra del televisor a otro universo, pero de mentiras. Uno habla
sin parar, el otro es mudo, uno es todo color cuando lo activas, el otro ofrece
una imagen que apenas varía, y surgen preguntas: ¿Cuál me interesa?, ¿cuál me
entretiene?, entonces pienso en un sordociego y surge la respuesta.
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