Imagen de la isla de La Palma
El tiempo no ha pasado en tus cristalinos ojos, de tu boca
salen palabras de sabiduría vestidas de la experiencia de haber sido niña,
señorita, señora y ahora abuela. Tus manos, amorosas, que no han cometido
pecado. Contemplas la vida desde tu butaca, viendo otros mundos, otras
realidades por la televisión, pero tú estas más cerca de Dios en tus arrugas y
ya no entras en conflictos políticos, crisis económica o del ser humano, porque
tú ya sabes bien quién eres y también conoces a los demás.
Como un pajarillo picoteas las migas que caen en tu regazo,
migas que te traen recuerdos, cuando pasabas hambre en tiempos de guerra, cuando
caminabas descalza por los barrancos de La Palma. Entre bocado y bocado nos
cuentas lo que fue tu vida, experiencias que cuentas a tus hijos y nietos, y
que no nos cansamos de escuchar porque tus palabras encierran mas aprendizaje
que cualquier tomo bíblico o enciclopédico. Me cuentas que te hubiera gustado
ser monja de clausura y yo egoístamente me alegro que no haya sido así, porque
de esta forma no hubieses podido dedicar tu vida a los demás como has hecho.
Hija, madre, tía, prima, sobrina, suegra, tienes todos los títulos
pero yo sin duda me quedo con uno:ABUELA.
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