lunes, 30 de diciembre de 2013

Un tranvía llamado deseo


Camino por una ciudad desierta, el olor del asfalto mojado y el ruido del viento entre las hojas hace entrever que pronto la ciudad comenzará a despertar, con ella y entre bostezos ya lo hacen los panaderos, los repartidores de periódicos y los barrenderos. Me gusta caminar por el centro antes del amanecer, porque siento que la ciudad me pertenece, como si fuera mi propia casa, en un decorado gigante en el que yo soy el protagonista de la historia. Algunos otros protagonistas también disfrutan de su paseo matutino y nos saludamos al paso, cómplices del secreto que solo los madrugadores compartimos. Para cuando la ciudad abre sus brazos a los automóviles, a los niños y sus padres corriendo hacia los colegios y a las tiendas levantando sus rejas y poniendo el cartel de abierto, yo ya estoy cercano a las puertas de mi casa. De vuelta al hogar, de vuelta al camerino, donde estudio los guiones, y maquillo mi alma antes de ponerme el disfraz de triunfador,  listo para subirme en menos de un cuarto de hora, a cuatro manzanas de mi casa, a un tranvía llamado deseo. Donde ya no soy protagonista, sólo un “extra” en este gran teatro, como los otros, aunque sepa que hace tan sólo unas horas era la estrella de la película.  

martes, 17 de diciembre de 2013

DESPEDIDA


No recuerdo la última vez que te vi. El peso de los años no sólo ha blanqueado los pelos de mi barba y de mis patillas, también ha borrado de mi mente los malos momentos, haciendo criba y quedándose con lo positivo. Pero hoy después de casi 20 años y con muchos cafés helados  a mis espaldas, puedo decir que estas exactamente igual que el primer día que te conocí, ese día jamás lo olvidaré. Yo pantalón a rayas y mirada redonda y perdida, simple y complicado como los versos famosos de Bécquer. Cuerpo estirado y estático mientras sonaba aquella música comercial, oteando el horizonte, un mar de cabezas que se agitaban hasta la cabina del dj, agitadas como los pensamientos que me rondaban por aquellos tiempos, cuando el amor era la única fuerza centrífuga capaz de devolverme la ilusión de vivir. Tú camiseta de flores y mirada de primavera, fresca como un baño en el río, blanca como los primeros copos del invierno, cabello color de otoño en el Retiro. Tenías fuego en la mirada, una llama mezcla de resentimiento, ardor de juventud, desbordada impaciencia por alcanzar el éxito…

Te tomo de la mano, y su tacto me transporta a aquellos maravillosos años, cuando comernos el mundo no nos llegaba a una muela, cuando el universo se nos quedaba pequeño y soñábamos con ir más allá de él, sin salir de las cuatro paredes de nuestro cuarto. Tú la apartas ligeramente y bajas la mirada. Entonces comprendo que es imposible recuperar 20 años, que este encuentro casual ni siquiera agita los corazones por lo inesperado, que el amor que sentimos en ese tiempo ya ni siquiera era cariño sino anécdota. Aquella estrella hace siglos que se extinguió, aunque mi ilusa mente aún la siga viendo brillar, y era tan grande que todavía a veces me sorprendo a mi mismo girando en torno a ella. 

martes, 10 de diciembre de 2013

TEMPESTADES NOCTURNAS

El sonido del mar queda muy lejos
Pero tus ojos oscuros me lo recuerda
Ojos donde se viven tempestades nocturnas
Que contrastan con tu piel de blanca nieve
Tu pelo que cae como un alud por las mejillas
Cuando con tus finas manos lo colocas
Manos que se mueven ágiles
Siempre dispuestas a crear
Lo inequívoco, lo irremediable, lo deseable,
lo compulsiva y necesariamente visceral
lo bello
lo que nos hace al tiempo fuertes y débiles
el amor, el sexo
la energía que hace girar el mundo.
Y seguimos girando a la par como torbellinos
Nos miramos, sonreímos y suspiramos
Entonces callamos
Y volvemos solitarios al mundo de los sueños
Donde cada uno libra su propia batalla
Con una bandera blanca y el corazón en calma.





miércoles, 4 de diciembre de 2013

ESPERANZA

Me levanté tarde como de costumbre, mis resecos ojos se solapaban. Mientras me dirigía al baño a refrescarme la cara, hice una parada en el espejo, a ver si conseguía reconocerme, mi cara angulosa y demacrada de las noches interminables de juerga, ahora lucia redondita, no sé si debido a las quince horas que llevaba durmiendo o al cóctel de ansiolíticos y neurolépticos que tomaba cada noche. Me abrigaba a la idea que algún día conseguiría dejar de tomarlos, y que a partir de entonces, podría comenzar a vivir de verdad, podría trabajar, podría tener pareja, podría tener amigos, podría volver a ser yo mismo y dejar aquel oscuro, solitario y largo invierno, que ya duraba demasiados años. Pero aquella luz de esperanza proyectaba gigantescas sombras en mi alma, sombras a las que me tenía que enfrentar cada día, creadas no sólo por los monstruos externos, como las miradas de miedo, de burla o de desprecio de personas ignorantes, sino las propias oscuridades de mi alma, el desconocimiento de mi mismo, la lucha por convertirme en algo, en alguien, para olvidar mi pasado y desparecer de aquel tedioso presente. Allí, en el soñado futuro era donde único podría ser feliz y allí era donde cada mañana, con ojos legañosos y frente al espejo del baño, afeitaba mi cara y mi cuello con manos temblorosas, mientras yo y aquella persona que se reflejaba  echaban un pulso por vivir o morir, y en el que a pesar de todo,  yo seguía manteniendo la ventaja.